sábado, 23 de agosto de 2008

Vuelta al mundo en 80 butacas

Me gusta ir al cine en los lugares que visito. En las últimas semanas: Londres y Milán. De acuerdo, también lo hago para adelantar trabajo y ver películas que no se han estrenado aún en España o que quizá no lo harán nunca. Sí, mantengo el hábito también en países en los que no entiendo nada del idioma. No ha sido el caso en esta ocasión. Aunque, si digo la verdad, hay veces que lo más doloroso no es tragarse una película en un idioma desconocido (pongamos por caso alemán, húngaro o árabe). Lo peor es el precio de las entradas en algunos sitios. Ver una película de estreno en un cine del West End, en pleno corazón de Londres, te sale por 13.45 libras (17,08 euros). En mi caso, creo que me ahorré unos peniques, porque elegí Viaje al centro de la Tierra, que está en 3D, así que me dieron de gorra (a mi y a todos los espectadores) unas gafas especiales para verla. Nada de gafas de cartón con un papel de celofán rojo para un ojo y de color verde para el otro. Eran casi de verdad, de plastico duro y lentes (?) transparentes. En Milán, en cambio, el precio de la localidad (7,80 euros) de una multisala del centro de la ciudad, justo al lado del Duomo, es casi el mismo que en cualquier gran ciudad española. Allí lo pasé pipa con Hellboy II: El ejercito dorado. Por cierto, no deja de sorprenderme la costumbre (yo la recuerdo de siempre) que tienen en Italia de hacer un descanso de unos diez minutos a mitad de las películas. Lo justo para ir al baño o pasarse por el bar.

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