¿Estrellitas de televisión?

Hay quien se sorprende de que el éxito de la temporada, Mentiras y gordas, esté protagonizado por un puñado de jóvenes intérpretes que han alcanzado la popularidad gracias a la televisión. La tesis era que el espectador no paga por lo que puede obtener gratis cada noche sentado en el salón de casa. Es cierto que han sido muchas las estrellas de la pequeña pantalla que han patinado al intentar abrirse camino en el cine, pero hay también ejemplos, y bien notables, de quienes han logrado superar esa reválida con sobresaliente. ¿Nombres? Clint Eastwood (en la foto en la serie Rawhide, con la que se hizo famoso en EEUU) o unos ya talluditos Bruce Willis y George Clooney que estaban a punto de tirar la toalla cuando les sonrió la fortuna, respectivamente, con las series Luz de luna y Urgencias. España no ha sido ajena a ese fenómeno. ¿O es que hay que recordar dónde dieron sus primeros pasos profesionales Victoria Abril (secretaria del concurso 1,2,3… responda otra vez) , Penélope Cruz (presentadora de La quinta Marcha) o, el caso más claro de todos, Belén Rueda (de Vip Noche y La ruleta de la fortuna a las series Periodistas, Médico de familia o Los Serrano)? La explicación está clara para mí. En el Hollywood clásico las estrellas se formaban en las producciones de serie B o de relleno de programas dobles, que rodaban estudios modestos o el equipo B de los grandes estudios para rentabilizar decorados y vestuario de las superproducciones. La televisión acabó con ese cine modesto pero imaginativo y heredó la función de pista de formación de jóvenes valores. No nos engañemos, en el fondo del éxito de Mentiras y gordas lo que late es la necesidad que tiene el espectador de que haya estrellas con las que identificarse y soñar. En Hollywood lo comprendieron desde los albores del cine mudo y esa es una de las claves incuestionables del éxito del cine americano. El intelectual y culto cine europeo ha apostado, en cambio, por hacer (casi en exclusiva) de los directores la estrella… y así nos va.