martes, 31 de marzo de 2009

¿Visitas al Madrid de cine?

El sábado me apunté, previo pago de los 7’65 euros de su importa, a una visita guiada por Un Madrid de película. La propuesta parece seria porque está avalada por el ayuntamiento, pero es una tomadura de pelo. Se limita a patearse unas cuantas calles del centro de Madrid detrás de un guía que suelta peroratas sazonadas con nombres de directores y títulos de películas rodadas en lugares por los que no se pasa. La guinda la ponen las irrupciones, de cuando en cuando, de actores disfrazados que ilustran con pamemas obviedades de cine ajenas, de nuevo, a la ruta ¿Es que por las calles por las que se pasa no hay nada que reseñar? Todo lo contrario. Eso es lo patético. Por ejemplo, a vuelapluma, se me ocurre: en la calle Mayor vivió Antonio Banderas con la actriz Ana Leza, su primera mujer, antes de irse a Hollywood; en la de Fuentes (se pasa por la paralela, Hileras, que va al mismo sitio) vivió mucho tiempo Pedro Almodóvar y, luego, el músico Alberto Iglesias; del Arco de Cuchilleros y la cava de San Miguel se puede recordar que los ha reconstruido José Luis Garci en Fuente el Saz del Jarama para rodar Sangre de Mayo, y en la Plaza del Conde de Barajas (en la que se hacen dos paradas, de nuevo sin sustancia alguna) que no sólo se han rodado en ella títulos como El vuelo de la paloma sino que allí está, desde 1933, Cinearte, uno de los estudios con más solera de la ciudad, donde se rodó, por ejemplo, El pisito ¿Será esta iniciativa penosa, por ser suave con los adjetivos, el mejor modo de promocionar la imagen de Madrid?

2 comentarios:

Diego dijo...

Otro de esos esperpentos lúdicos que, a cualquiera que sepa algo del tema en cuestión, no pueden por menos que repatearle por su ínfimo nivel intelectual.

Lo que hubiese sido bonito, Sr. Kaplan, es que con todo lo que Vd. sabe, hubiese encabezado un motín y dirigido la visita guiada ;-)

Juan Pando dijo...

No, Diego, no lo hice por tres razones.

Primero, y más importante, por respeto al guía y los actores, que ponían gran empeño en sus respectivas tareas. Máxime teniendo en cuenta que la visita empezó chispeando y acabó bañada en lluvia copiosa.

Segundo, porque quería comprobar de qué iba todo aquello.

Tercero, y menos importante, porque el resto de componentes del grupo lo estaba pasando bien con la superchería que les estaban sirviendo. Eso fue, quizá, lo más descorazonador.

Así es la vida y así es el cine.