viernes, 23 de enero de 2009

Clase de indiferencia

No acabo de encontrarle la gracia a La clase, cinta semidocumental a la que le sobra entre media y una hora de duración. Leo cosas por aquí y por allá: “Es una película necesaria”, “Plantea cuestiones graves y de actualidad”, “Es un buen principio para un debate”. Los mismos comentarios que se dijeron o podían haberse dicho de Todos estamos invitados, de Manuel Gutiérrez Aragón. Pienso lo mismo que pensé al estrenarse esta película. La clase no añade nada que no pueda saber cualquier persona que escuche un informativo de radio o televisión, que lea un periódico, que tenga mínimo contacto con niños o adolescentes. En definitiva, que viva en este mundo y se digne (o se atreva) a mirar y escuchar a su alrededor. La clase me parece la coartada típica para tranquilizar malas conciencias. Es más cómodo mantenerse en una burbuja y escandalizarse durante un par de horas que hacer algo para resolver problemas. Un amigo profesor, que es también colega periodista, entusiasmado, me alaba sus virtudes. Me asegura que está convencido de que está hecha para que la vean profesores. No estoy de acuerdo, pero me seduce la idea de que un productor financie una película confiando en que acudirá a verla en masa un colectivo profesional concreto. La clase ha ganado la Palma de Oro en el Festival de Cannes. Maestros, perdón, doctores tiene la Santa Madre Iglesia. Que el cielo me perdona pero a mi me sigue pareciendo mucho más interesante Rebelión en las aulas (1967), de James Clavell.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Aun creyendo que tienes razón en cuanto a la necesidad real de esta peli, creo que su calidad cinematográfica está muy por encima de la que ofrecía Todos Estamos Invitados... Para mí el mayor problema de La Clase reside en que no basta con hacer diagnósticos, hay que atreverse a aportar alguna solución. Yo me quedo con esa chiquilla negra, desesperada, que le confiesa al final al profe que no sabe qué hace allí, que no ha aprendido nada: el prota se limita a encogerse de hombros. Creo que esa indiferencia ya no vale.

Anónimo dijo...

Quizá se encoge de hombros porque no tiene soluciones, porque sabe que está condenado al fracaso, porque sabe que el curso siguiente tendrá a otro grupo parecido, con parecidos problemas, que él tendrá buenas intenciones y que el fracaso será su resultado.