lunes, 27 de octubre de 2008

Promociona que algo queda

Si hay una verdad en el mundo de la promoción de cine es que la peor publicidad es que no hablen de uno. En las últimas semanas se acumulan las técnicas más dispares para sacar adelante películas digamos difíciles. Náuseas y vómitos de algunos espectadores provocados por la proyección, en el Festival de Sitges, de Martyrs, de Pascal Laugier. Intercambio público de cartas entre los parientes de Alexia González-Barros, cuyo caso inspiró Camino, y su director, Javier Fesser, con respuesta de éste publicada, ya es casualidad, en viernes… día de estrenos, en el que conviene llamar la atención del público potencial. Escandalera montada por Christian Molina, director de Diario de una ninfómana, porque la empresa municipal de transportes de Madrid no le ha aceptado un cartel promocional de su filme. Recursos entrañables, emparentados con la mejor tradición del cine escándalo que tan bien cultivo el productor William Castle (1914-1977), un genio de la especialidad a quien Joe Dante rindió homenaje en Matinee (1993). Castle, productor de cine de terror mediocre, entregaba a los espectadores supuestas pólizas de seguro de defunción por si fallecían durante la proyección de sus películas; situaba falsas enfermeras a la puerta de los cines e, incluso, instalaba cables en algunas butacas con los que daba pequeñas descargas eléctricas al público, provocando reacciones de pánico en los momentos más estremecedores. No todos pueden ser tan imaginativos como él.

1 comentario:

Anónimo dijo...

A todo esto, 'Diario de una Ninfómana' es infumable...