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Todos estamos invitados...
Está a punto de estrenarse Todos estamos invitados, que protagonizan José Coronado, Óscar Jaenada y Vanessa Incontrada, dirigidos por Manuel Gutiérrez Aragón. Trata de un profesor universitario que entra en la categoría de amenazado porque defiende algo tan revolucionario como la libertad de expresión en el País Vasco. Comienza para él un infierno ante el que la mayoría silenciosa ni ve ni escucha ni habla. Si eso no es lo que llaman el silencio de los corderos, se le parece mucho. Unos dicen que es una película necesaria, que removerá conciencias (aún queda gente que cree que el cine puede cambiar la realidad). Otros, que sorprenderá porque denuncia una situación de la que no suele hablarse. La realidad es que su visión provoca dos sensaciones, consecuencia la una de la otra. La primera, una angustia enorme porque el espectador sabe bien que lo que está viendo no es sólo una ficción cinematográfica (no redonda, dicho sea de paso) sino una realidad que padecen cientos de personas a diario. La segunda, un sentimiento de que cuenta algo ya sabido y bien sabido. No quizá por esa mayoría de españoles que aún viviendo fuera del País Vasco prefieren no enterarse de lo que pasa allí. Pero sí por quienes se molestan en navegar
por el dial de radio y escuchan cada semana los testimonios directos de víctimas y amenazados como Gorka Landáburu, contertulio de Protagonistas, el programa de Punto Radio que dirige y presenta Luis del Olmo (periodista también amenazado y a punto de perecer asesinado en varias ocasiones); o a Gotzone Mora, contertulia de La linterna, de la Cope, o a José María Calleja y a Carmen Gurruchaga , contertulios de Herrera en la Onda, el programa de Onda Cero que dirige y presenta Carlos Herrera (periodista también amenazado que recibió en 2000, cuando trabajaba en Radio Nacional, una caja de puros bomba que estuvo a punto de costarle la vida) . Cada vez que escucho a tantas personas que repiten el mantra de que lo único importante es conseguir la PAZ, no puedo evitar recordar que un día, cuando era chaval, vi una tapia en la que, sobre uno de los carteles franquistas que celebraban los XXV años de Paz del dictador, alguien había tenido el valor de escribir con pintura: “… en los cementerios”.
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