skip to main |
skip to sidebar
Las crónicas de Spiderwick
Una de las sorpresas que te depara la edad es ir perdiendo a tus seres queridos. Otra, si vives lo suficiente o si ellos mueren pronto, es llegar a ser más viejo que tus propios padres. En estos casos, pierdes su imagen de espejo y llega un momento en el que ya sólo te cabe preguntarte si te hubieras parecido a ellos si hubieran alcanzado tu edad. He estado viendo Las cronicas de Spiderwick. La película no me ha interesado nada. Primero, he de confesarlo, porque es un tipo de cine que no me atrae en absoluto. Segundo, porque se aproxima más a ese gran fiasco que fue La brújula dorada que a lo mejor del género (la saga de Harry Potter, por ejemplo). Por último, porque es un claro ejemplo de ese mal actual de confundir fantasía con traca de efectos especiales. De emociones, mejor ni hablar. Hay, no obstante, un momento en la película (en la foto) que me ha gustado. Es ese en el que… [a partir de aquí se revela algún pormenor de la trama] la tía abuela de los niños (una maravillosa, como siempre, Joan Plowright), anciana de 86 años, se reencuentra con su padre (David Strathairn), a quien no ve desde que era una niña de seis. Él conserva el aspecto de un hombre al filo de los cuarenta, que es la edad que contaba cuando se esfumó raptado por seres fantásticos, pero supera, en realidad, los 125. La situación es extraña. Él le habla a su hija como a la niña que recuerda, pero el espectador ve a una mujer mucho más vieja que él. Lo dicho. Es como si la vida le ofreciera a una anciana el regalo de poder reencontrarse una última vez con ese padre que falleció joven y que, obviamente, nunca llegó a envejecer a los ojos de los que le amaban. Por un instante, la película ha cobrado vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario