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El cortometraje, cine bonsai
La Academia de Cine ha destapado la caja de los truenos al establecer un sistema propio de entrega de los Goya a mejor cortometraje. Se proclaman los ganadores en el mismo acto de anuncio de nominaciones al resto de categorías del galardón, y se entregan en la fiesta-cena que se ofrece a esos nominados dos semanas antes de la Gala de entrega de las demás estatuillas. La medida parece cabal para abreviar la retrasmisión televisiva de la Gala. La ha tomado, además, una Junta Directiva integrada por cineastas que estuvieron tan vinculados a este formato como Alejandro Amenábar. Los cortometrajistas, sin embargo, andan divididos. Unos se sienten ninguneados. Otros creen, en cambio, que la Fiesta de los Nominados les ofrece un espacio propio. A ninguno le ha hecho gracia que se haya limitado la duración máxima del formato a 20 minutos (¿Qué fue de los mediometrajes?) Si los problemas reales del cine español no fueran tantos y tan serios, la importancia que se le está dando al cortometraje, mocoso malcriado de nuestra industria, daría para un buen sainete. Te invitan a visitar sus rodajes, se organizan estrenos con Vip's (lease: famosos) en cines de la Gran Vía, te envían copia en DVD de cortos de seís u ocho minutos acompañados de su... ¡making off! y la mayoría de los cortometrajistas te juran sin rubor que conciben el formato como un género propio (nadie lo cuestiona) y no como el peaje obligado para debutar en el soñado largometraje..
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