Hay un momento mágico,
sólo al alcance de los artistas, en el que lo cotidiano y personal se transforma en emoción universal. César debe morir, de los hermanos Vittorio (83
años) y Paolo (81) Taviani, es una de esas películas, como Looking For Richard,
de Al Pacino; Tristram
Shandy: A Cock and a Bull Story, de Michael Witerbottom, o Vania en la calle 42,
de Louis Malle, en las que la realidad de los creadores se confunde con la ficción a representar, permitiéndonos ser testigos gozosos de esa metamorfosis, misteriosa para el común de los mortales, que es la creación artística.
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