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Landa - Larrañaga: dúo de Goya
Lo he pasado muy, muy bien con las películas de Alfredo Landa. No tanto con las últimas, por las que se le ha alabado a veces muy por encima de los méritos reales de su trabajo, como con las primeras, por las que tan injustamente se le vituperó. Sí, lo confieso. Me gusta mucho el primer Landa (¿Cómo olvidar su Ninette y un señor de Murcia, con Fernán Gómez y aquel coloso del humor que fue Rafael López Somoza?) y el Landa magistral del Landismo. Me interesa mucho menos su evolución a partir de El puente y, aunque él está muy orgulloso, El crack... pues eso. Ahora le van a entregar el Goya de Honor. Él, no obstante, ha expresado a sus íntimos su convicción de que lo van a
nominar, además, a otro Goya por Luz de domingo. Cualquier oportunidad es idónea para darle un Goya. Pero quiza esta película estaría entre las que menos lo justificaría. Aunque puede que sea con la que se retire. En cambio, lo mejor (junto a su exquisita fotografía) de Luz de domingo es un soberbio Carlos Larrañaga: !Chapeau! O para ser más castizos: ¡Torero! Qué momento cuando después de la violación, el esbirro que encarna Enrique Villén le pide su ración de lujuria y su personaje, muy en situación de cacique, le responde algo como: ¡Bestia, no ves que esto es política! Recomiendo recuperar su creación del cacique gallego en la serie Los gozos y las sombras (que bien ha aguantado el paso del tiempo) con la que eclipsó en maldad al tan en boga entonces JR, de la serie Dallas. Si hay justicia artística, el Goya al actor de reparto de este año tiene ya dueño: Carlos Larrañaga.
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