La vida no es más, al fin, que una suma de emociones, sentimientos, intuiciones... Esos momentos que nos apartan, si quiera unos instantes, de la rutina diaria. Esas menudencias que hacen vibrar nuestra fibra más íntima y nos provocan un goce tan simple como gratificante e imposible de explicar. Para unos será entregarse a una colección, cuanto más absurda, mejor; para otros, la práctica de un deporte, dar un paseo o tocar un instrumento. Para el protagonista de Shall We Dansu? (sí, así, "Dansu") es el baile. Hombre de despacho, bien situado laboralmente, con una buena casa, un matrimonio feliz y una hija adolescente, ¿qué más puede pedir? No lo sabe pero lo intuye al ver, noche tras noche, desde el vagón de metro en el que vuelve a casa, a una joven hermosa de mirada melancólica que observa el infinito desde el ventanal de una academia de baile. Richard Gere y Jennifer Lopez han hecho una versión a lo Hollywood titulada Shall We Dance?. Un film aceptable... siempre que no se haya visto antes el original japonés. A la producción americana le falta todo el encanto de la nipona, empezando por que en el pais del sol naciente el baile de salón entre hombres y mujeres, incluso si son matrimonio, está muy mal visto. Esto hace que la decisión de aprender a bailar del protagonista tenga un tinte de rebeldía del que carece la cinta de Hollywood. Se echa en falta también en el remake la ternura y fuerza de los personajes secundarios, la delicadeza oriental en el trato social entre hombres y mujeres, y el universo de glamour, emoción, alegría y fantasía que rodea al baile en el original.
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